Hay una casa siendo vaciada. Hay un remate en el barrio de Flores. Los clientes llenan el lugar, ansiosos por comprar todo tipo de objetos, tanto útiles como bellos, rotos o absurdos. Charlan, cenan, festejan sus cumpleaños, arropan a sus hijos. Pero casi no existe filtro a la hora de pelear por llevarse al mejor precio aquello que pertenece a los muertos, los exiliados, los fugitivos, los desalmados.