En mayo pasado, más de 400 niños integrantes del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo marcharon desde La Quiaca, en el extremo norte de Argentina, límite con Bolivia, hasta Buenos Aires, capital del país. El objetivo era simple, inapelable y humillante. Marchaban para pedir que se cumplieran los derechos del niño, un compromiso que Argentina asumió ante el mundo y que consta incluso en su Constitución Nacional. Un compromiso que cotidianamente se traiciona.